viernes, 5 de enero de 2024

VIVIR EN LA DANZA O DANZAR EN LA VIDA

 

La danza, como arte de movimiento, siempre fue un lugar de lucha.

Históricamente ha buscado encontrar su lugar dentro de las artes. Descubrir qué es lo que la separa del resto, con qué se la identifica y cuál es su médium expresivo, ha sido un largo y arduo camino recorrido para que hoy se la reconozca como un lenguaje artístico más.

Y no basta con nombrar esto, sino que dentro de la misma danza, donde actualmente hay miles de lenguajes/disciplinas de movimientos, se atravesó por desafíos, rupturas, investigaciones, y creaciones de estilos distintos, que al principio buscaban definirse alguno como propiamente danza. Como si todos aquellos que no encontrarán lugar en determinadas definiciones establecidas no lo fueran. Como si la danza le perteneciera a algún solo tipo de forma, estética o código.

Si bien al día de hoy ninguno de estos dos puntos nombrados siguen en discusión o debate, fueron un boom dentro de los contextos históricos, sociales, culturales y políticos que dieron paso a lo que hoy en día se considera como danza, al menos desde la mirada occidental, y sabiéndose actualmente, que todos los estilos de danzas son admirables, destacados, válidos y maravillosos, sin importar si son danzas con estéticas particulares o danzas libres que solo se dejan ser.

Ahora bien, como dijimos antes siempre la danza fue motivo de discusión, de reflexión, de dudas y de inagotable lucha, y hoy en día se escuchan muchas dudas, tanto en el medio profesional artístico como por fuera, sobre qué lugar ocupa la danza en nuestra sociedad occidental, y sobre todo en nuestro país Argentina. Y a raíz de eso, surge una pregunta que resuena entre pasillos de salones, en las redes, en mensajes entre estudiantes, en consultas que le llegan a docentes, etc., y es, si se puede vivir de la danza hoy en día.

Creo que surge este interrogante porque por años hemos creído que la danza es sinónimo de bailarín, y como mucho, de docente o coreógrafo. Siempre se ha escuchado que si no pudiste llegar a concretarte como un bailarín profesional, entonces no quedaba más que dedicarte a enseñar o ser, si tenías la suerte, coreógrafo o director. Ya siendo estas últimas, palabras mayores.

En lo que a mí respecta, y a lo largo de mi historia personal, profesional y por experiencia misma, puedo afirmar que sí se puede vivir de la danza. Y que danza no es sinónimo de ninguna profesión en particular que por momentos pareciera excluyente para algunos, inalcanzable para otros o bendecida para pocos.

El mundo cambia constantemente. Es dinámico. Se construye, se des construye y vuelve a construirse. Y las artes no escapan a ser atravesadas por esta vorágine.

La danza misma se ve afectada, en el buen sentido lo digo, al ver que su lugar de acción es mucho más amplio de lo que era antes.

Quizás aquellos que se dedican o nos dedicamos a estudiar danzas y queremos profesionalizarnos en la misma, debemos abrir el panorama o la visión que se tiene sobre dicho arte, para encontrarle la vuelta.

Ser un trabajador de la danza, es más abarcativo que años atrás, y lo bueno es que al día de hoy se pueden combinar especialidades miles con la danza. Cosa que antes era impensado.

Vemos que hay preparadores físicos que se especializan en distintas técnicas de danzas y que en base a ello, preparan al cuerpo de los bailarines no solo para mejorar la técnica en sí, sino para garantizar un aprendizaje más consciente sobre el cuerpo, siendo este su instrumento de trabajo, previniendo lesiones dentro de la carrera.

Hay profesionales de salud de distintas áreas, que han sido bailarines o docentes, pero también se formaron en ciencias de la salud para poder así tener una atención más correcta con aquellos que bailamos y garantizar un cuidado corporal más idóneo.

Cada vez más se forman cooperativas de trabajadores de la danza, que gestionan festivales, generan encuentros entre artistas, que producen obras para que el arte llegue a todos lados y no solo a algunos pocos, que colaboran financiando proyectos, etc.

Hay docentes que abren espacios culturales para que la danza pueda estar presente en ferias, eventos, etc.

Bailarines que son actualmente community manager, y que con la experiencia que tienen, ayudan a colegas a gestionar sus redes para que así tengan un alcance mucho mayor, que puedan ofrecer sus servicios de clases, seminarios, talleres. O que los guían en cómo hacer crecer sus proyectos artísticos con la utilización correcta de publicidad digital.

Hay clases que exceden las paredes de las aulas que conocemos y se siguen sosteniendo en formato virtual. Desde lo sincrónico, desde lo asincrónico, desde cursos cortos o formaciones largas.

Artistas que se dedican al periodismo en la danza y con ello informan, crean espacios de interés cultural, permitiendo que distintos mensajes y contenidos, lleguen a más personas. Y creo que puedo detallar miles más.

La hibridación es impresionante actualmente, y maravillosa. Nos permitió, como artistas que somos, encontrarle la vuelta para que nuestros espacios de trabajos, nuestros campos de acción vayan más allá de lo que pensábamos.

Ya no somos solo bailarines, coreógrafos y docentes. Somos ARTISTAS (exaltación propia), artistas de movimiento. Y creo que por eso es que sabemos adaptarnos, seguir el movimiento de la vida misma. Sabemos resolver, ser creativos, ir por más. No estamos quietos. La danza corre por dentro de nosotros, y eso es lo que nos permite encontrarnos como danzantes en todas las áreas que queramos.

Así que cuando a tu cabeza la pregunta de si se puede vivir de la danza venga, sabes que
, es la respuesta.

Te invito a que pruebes y no te quedes en tu zona de confort. Encontrarás grandes cosas en todo lo que la danza pueda estar.

Gracias!

 Romina Lorenzale

Profesora de Arte en Danzas y Lic. En Composición Coreográfica.

Fotografia-Gentileza Romina Lorenzale

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