La danza, como arte de movimiento,
siempre fue un lugar de lucha.
Históricamente ha buscado encontrar su
lugar dentro de las artes. Descubrir qué es lo que la separa del resto, con qué
se la identifica y cuál es su médium expresivo, ha sido un largo y arduo camino
recorrido para que hoy se la reconozca como un lenguaje artístico más.
Y no basta con nombrar esto, sino que
dentro de la misma danza, donde actualmente hay miles de lenguajes/disciplinas
de movimientos, se atravesó por desafíos, rupturas, investigaciones, y
creaciones de estilos distintos, que al principio buscaban definirse alguno
como propiamente danza. Como si todos aquellos que no encontrarán lugar en
determinadas definiciones establecidas no lo fueran. Como si la danza le
perteneciera a algún solo tipo de forma, estética o código.
Si bien al día de hoy ninguno de estos
dos puntos nombrados siguen en discusión o debate, fueron un boom dentro de los
contextos históricos, sociales, culturales y políticos que dieron paso a lo que
hoy en día se considera como danza, al menos desde la mirada occidental, y sabiéndose
actualmente, que todos los estilos de danzas son admirables, destacados, válidos
y maravillosos, sin importar si son danzas con estéticas particulares o danzas
libres que solo se dejan ser.
Ahora bien, como dijimos antes siempre la
danza fue motivo de discusión, de reflexión, de dudas y de inagotable lucha, y
hoy en día se escuchan muchas dudas, tanto en el medio profesional artístico
como por fuera, sobre qué lugar ocupa la danza en nuestra sociedad occidental,
y sobre todo en nuestro país Argentina. Y a raíz de eso, surge una pregunta que
resuena entre pasillos de salones, en las redes, en mensajes entre estudiantes,
en consultas que le llegan a docentes, etc., y es, si se puede vivir de la danza
hoy en día.
Creo que surge este interrogante porque
por años hemos creído que la danza es sinónimo de bailarín, y como mucho, de
docente o coreógrafo. Siempre se ha escuchado que si no pudiste llegar a
concretarte como un bailarín profesional, entonces no quedaba más que dedicarte
a enseñar o ser, si tenías la suerte, coreógrafo o director. Ya siendo estas últimas,
palabras mayores.
En lo que a mí respecta, y a lo largo de
mi historia personal, profesional y por experiencia misma, puedo afirmar que sí
se puede vivir de la danza. Y que danza no es sinónimo de ninguna profesión en
particular que por momentos pareciera excluyente para algunos, inalcanzable
para otros o bendecida para pocos.
El mundo cambia constantemente. Es dinámico.
Se construye, se des construye y vuelve a construirse. Y las artes no escapan a
ser atravesadas por esta vorágine.
La danza misma se ve afectada, en el buen
sentido lo digo, al ver que su lugar de acción es mucho más amplio de lo que
era antes.
Quizás aquellos que se dedican o nos
dedicamos a estudiar danzas y queremos profesionalizarnos en la misma, debemos
abrir el panorama o la visión que se tiene sobre dicho arte, para encontrarle
la vuelta.
Ser un trabajador de la danza, es más
abarcativo que años atrás, y lo bueno es que al día de hoy se pueden combinar
especialidades miles con la danza. Cosa que antes era impensado.
Vemos que hay preparadores físicos que se
especializan en distintas técnicas de danzas y que en base a ello, preparan al
cuerpo de los bailarines no solo para mejorar la técnica en sí, sino para
garantizar un aprendizaje más consciente sobre el cuerpo, siendo este su
instrumento de trabajo, previniendo lesiones dentro de la carrera.
Hay profesionales de salud de distintas áreas,
que han sido bailarines o docentes, pero también se formaron en ciencias de la
salud para poder así tener una atención más correcta con aquellos que bailamos
y garantizar un cuidado corporal más idóneo.
Cada vez más se forman cooperativas de
trabajadores de la danza, que gestionan festivales, generan encuentros entre
artistas, que producen obras para que el arte llegue a todos lados y no solo a
algunos pocos, que colaboran financiando proyectos, etc.
Hay docentes que abren espacios
culturales para que la danza pueda estar presente en ferias, eventos, etc.
Bailarines que son actualmente community
manager, y que con la experiencia que tienen, ayudan a colegas a gestionar sus
redes para que así tengan un alcance mucho mayor, que puedan ofrecer sus
servicios de clases, seminarios, talleres. O que los guían en cómo hacer crecer
sus proyectos artísticos con la utilización correcta de publicidad digital.
Hay clases que exceden las paredes de las
aulas que conocemos y se siguen sosteniendo en formato virtual. Desde lo sincrónico,
desde lo asincrónico, desde cursos cortos o formaciones largas.
Artistas que se dedican al periodismo en
la danza y con ello informan, crean espacios de interés cultural, permitiendo
que distintos mensajes y contenidos, lleguen a más personas. Y creo que puedo
detallar miles más.
La hibridación es impresionante
actualmente, y maravillosa. Nos permitió, como artistas que somos, encontrarle
la vuelta para que nuestros espacios de trabajos, nuestros campos de acción
vayan más allá de lo que pensábamos.
Ya no somos solo bailarines, coreógrafos
y docentes. Somos ARTISTAS (exaltación propia), artistas de movimiento. Y creo
que por eso es que sabemos adaptarnos, seguir el movimiento de la vida misma.
Sabemos resolver, ser creativos, ir por más. No estamos quietos. La danza corre
por dentro de nosotros, y eso es lo que nos permite encontrarnos como danzantes
en todas las áreas que queramos.
Así que cuando a tu cabeza la pregunta de
si se puede vivir de la danza venga, sabes que
SÍ, es la respuesta.
Te invito a que pruebes y no te quedes en
tu zona de confort. Encontrarás grandes cosas en todo lo que la danza pueda
estar.
Gracias!
Romina Lorenzale
Profesora de Arte en Danzas y Lic. En Composición Coreográfica.
Fotografia-Gentileza Romina Lorenzale |