Mariel Filipini, Bailarina de Tango, mamá y soñadora. Esta es su historia
El primer recuerdo que se me viene a la cabeza de pequeña, de
4 o 5 años, es un dibujo que hice donde yo estaba junto a Julio Bocca
con un cartel de teatro (con nuestros nombres). En ese momento él bailaba con
Eleonora Cassano, y yo soñaba con ser bailarina clásica y poder bailar juntos.
Había hablado con mi mamá para poder bailar, y con los
miedos de ser madre primeriza, más el comentario del pediatra;
que a las bailarinas se le deforman los pies, los dedos. No tomé ninguna clase. Y quedó ese sueño ahí.
Con el tiempo llegaron los festivales del colegio, que se
hacían a fin de año en primaria, los cuales esperaba con muchas ansias porque
me lo tomaba muy en serio, pero también era muy tímida, y no me animaba a
largarme de lleno con eso. Ya que pensaba mucho en los estudios o en tener una
carrera universitaria. Además, en la
familia no había nadie que haya estudiado algo referido al arte y no sabía que
podría tener una carrera con la danza.
Ya de grande, a los 18 años tomé clases de salsa y ritmos
latinos, pero me pasaba que de chica siempre me llamo la atención los
bailarines de tango, no solo por su música, sino como se movían, su rapidez,
sus pasos. No podía entender como hacían esos movimientos. Mi abuela sabía bailar tango y le decía que
me enseñe pero nunca me enseño.
Hasta que un día me animé a tomar mis primeras clases de
tango, en un centro cultural donde había
mucha gente, incluso algunos iban con sus parejas y a veces se dificultaba
bailar con todos. Sentí que ahí ya había
avanzado bastante y necesitaba más. Además, había pocos hombres para ensayar, algunos no
avanzaban y se hacía difícil, porque el
tango es un baile en pareja, de mucha comunicación y no se entendía a veces que
te querían marcar. Por esto y por
motivos personales, de pareja y de
celos, termine dejando. No busque otros lugares para poder seguir.
Pasaron varios años,
me separé y lo primero que hice fue volver a tomar clases de tango en un
estudio de danza, que me recomendó una amiga.
Fui muy feliz porque hice lo que realmente me gustaba. También ahí tomé
clases de Danza Jazz para perfeccionar la técnica y poder implementarla en tango. Me encantaba estar ahí.
Después de 4 años ahí, tomé la decisión de hacer la carrera
de Instructorado de Tango que hice 2 años y me quedó uno pendiente. El segundo
año lo hice embarazada de mi primera nena Martina, y después por cuestiones de
tiempo, de trabajo, de dedicación a la maternidad deje un poco de lado la
danza. A los años retomé con unas clases de clásico de técnica de barra pero lo
hice 1 año porque quedé nuevamente embarazada
y luego llego la pandemia Y ya no
seguí.
El año pasado retomé con las clases de tango. Pero ya no
sigo bailando. Sí, hoy comparto la
pasión de bailar con mis hijas en casa.
Fotografía- Gentileza Mariel Filipini |